jueves, 21 de agosto de 2014

Réquiem por Coco Chanel. Héctor Antón

Réquiem por Coco Chanel

Por: Héctor Antón


La política del artista real cubano. Meme, Maldito Menendez




















Según distingue el historiador británico Edward Charles Stuart Baker, “los pavos reales son sinuosos como culebras, huidizos como los patos y cautelosos como los búfalos longevos cuando vigilan los movimientos de sus enemigos”. El pavo real es el ave nacional de la India. Era un manjar casi obligatorio en los festines de la Roma Imperial. Una creencia popular sostiene que cuando el pavo real expande su majestuoso penacho es señal inminente de lluvia. Gracias a la pregnancia que ejerció en el conquistador Alejandro Magno, éste lo trajo a Europa como emblema de fastuosidad, soberbia y carisma.

En el 2001, Francis Alÿs fue invitado a participar en la 49 Bienal de Venecia comisariada por el suizo fabricante de mitos Harald Szeemann (1933-2005). Solo que esta vez el trotamundos prefirió quedarse en casa y enviar “un representante” que lo supliera, investido de un glamour paralelo al rango de la convocatoria. Aunque la sorpresa resultó que el simbólico emisario era un pavo real convertido en performer. Con su pico filoso y plumaje retiniano, El Embajador llegó con la alegórica misión de ilustrar el barniz de un melodrama conocido: esa feria de vanidades que son los macro-eventos artísticos. 

El  “gesto situacionista”  de Alÿs concretó la metamorfosis de una típica especie animal en arquetipo humano de la fauna artística. Esta idea contenida en El Embajador constituye una imagen tan irónica como seductora. Shock art de una levedad que deleita a quienes se identifican o distancian con él, sin padecer en carne propia el trasfondo satírico que oculta la acción. Francis zorreó con el turismo artístico en buena lid desde una llamativa frialdad. 

Picasso Baby (2013) es un video realizado por Mark Romanek donde figurantes en la pasarela del fashion environment despliegan sus alas. Marina Abramovic desciende de una limusina negra antes de entrar en la inmaculada Pace Wildenstein. Jay Z obsequia rimas contagiosas en un paripé de interacción gratuita. “Nadie quiere abrazar a un cubo” es un statement de Allan Kaprow que le viene como anillo al dedo a éste show. Marina descalza se funde con el rap ante una constelación viva. Allí se encontraban presentes: RoseLee Goldberg, Jim Jarmusch, Lawrence Weiner, Fred Wilson y Andrés Serrano, entre otros. 

Los quince minutos de gloria predestinados por el camaleónico Andy Warhol resurgen para salvar la memoria de los clásicos y restaurar la vitalidad de quienes aspiran a semejante condición. Tal parece que hoy resulta inconcebible el “espectador sin espectáculo”. ¿”Arte de la bondad” o “Tontería magistral”? Nadie sabe o qué importa.

Ese  “monumento invisible” a la tontería se percibe cuando una nudista y raquítica Lady Gaga practica el “método de concentración espiritual” de la interactiva Abramovic, para interpretar el rol de su alter ego. La reencarnación pop del “aura mística” se concreta en la soledad de un gimnasio o en el lago de un paisaje natural. Sin embargo, los rituales devienen tan vertiginosos que la “performatividad relacional” sucumbe al plano del registro videográfico como la extravagante noticia que animó la prensa, acaso lo más impactante como falacia estratégica o motivo para un comentario de salón en los embudos del producto visual, tupido de arcaicas obras recientes y soliloquios inflables.  
Marina Abramovic ha comprendido bien la lección. ¿Qué se hizo de aquella escuálida muchacha que abandonó la Yugoslavia del Mariscal Tito harta de una familia dividida, el teatro y la representación? ¿Dónde se metieron sus ínfulas de “animal político” dispuesta a transgredir límites del cuerpo social? ¿Todavía soñará con un “peregrinaje redentor” que le devuelvan energías perdidas o desconocidas? ¿Qué significa un monje tibetano orando en el desierto de Gobi frente a “regímenes simbólicos” como Versace, Klein o Armani?

Casi en el tramo de final su carrera, la serbia amante de Narciso volvió al comienzo del trayecto rumbo al estrellato. Alguien reconoció en un testimonio fílmico que Marina nunca deja de actuar. Un desaliñado Ulay asienta con una ingenuidad culpable, como si también deseara fulminar el anonimato mediático. Quizás el antiguo partenaire recuerda cuando Marina procuró los servicios de un fotorreportero para que los acompañara durante el recorrido-despedida a través de la Gran Muralla China. Entonces la nómada-diva-abuela del performance precisó: “De esto tendrá que hablarse en Nueva York”. 

Ya resultan posturas de otra época cuando el paciente teutón Joseph Beuys llegó a la urbe neoyorquina envuelto de pies a cabeza sobre una camilla de hospital, para cohabitar tres días en una galería junto al coyote nombrado Little John. Contra la verticalidad pop del american dream, el artista evadió el contacto con la prensa, la crítica y el público. Anti-show como terapia ritual frente al modelo publicitario hegemónico. Un acto de resistencia cultural difícil de adquirir nuevos bríos en el marco actual de fatuidad parasitaria.


Los pavos reales se multiplican como panes y peces en los evangelios del circuito internacional. Cualquier personaje (alto o bajo) se inventa una historia (real o ficticia) para embelesar a críticos y curadores tan influyentes como relajados. ¡Enhorabuena! –corean hasta romperse la garganta quienes se entregan a la faena de exhibir por el mundo una larga y brillante cola. ¿Cómo explicarle las imágenes a un chiste muerto? Pero tampoco hay que hiperbolizar las interrogantes. El Embajador concebido por el escurridizo y desgarbado Francis Alÿs se pasea clonado entre malabarismos y tramas de concatenaciones. Los neones del diseño brillan hasta cegarnos. La vedetización masiva de la “alta cultura” como “alta costura” (Made in Pierre Bourdieu) es un hecho consumado. 

La política del artista real cubano. Maldito Menéndez.


End




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lunes, 11 de agosto de 2014

El oasis desierto de Kcho

A propósito del artículo de Amelia Duarte, publicado en Granma el 31 de Julio de 2014: Romerillo en la ruta de la Bienal. Alexis Leyva Machado (Kcho) conversa con Granma sobre sus proyectos en la comunidad Romerillo y la próxima Bienal de La Habana.
“Ya convertimos al barrio en un oasis de cultura —asegura Kcho( figura enmascarada de la izquierda )_ pero queremos aprovechar toda la energía que hemos alcanzado para lograr algo que quede para la posteridad. Me encanta esa idea de que el arte esté en relación directa con la vida diaria”.

Dice Kcho, ahora, que su estudio Romerillo, laboratorio para el arte, es un oasis de cultura, y es preciso interpretar y preguntarse:

¿Quiso decir que antes de él _de Kcho_ no existía cultura en el municipio Playa, o se refería a La Habana completa, o a toda la isla? ¿Hasta dónde se extiende el desierto de incultura que rodea al oasis de Kcho? Y lo más delicado, como diría la doctora Ortiz: ¿Ese desierto cultural es anterior o posterior a 1959? ¿Y si el desierto es anterior al triunfo de la revolución, porqué no ha desaparecido el desierto tras 55 años de insistente revoltura? ¿Acaso es impotente la revolución, o la incultura cubana es inmortal? ¿Y si es posterior a ella_a la revoltura_, significa eso que el desierto es la obra magna de la revolución? Eso explicaría _desierto-modo_ muchas cosas y algunas animaladas, como los camellos rodantes, las vacas sagradas, las tilapias en bañeras, los cerdos sin cuerdas vocales, los unicornios desaparecidos y los dinosaurios, que no acaban de desaparecer, en  el aire. 

Y suerte que el oasis queda en el barrio de Romerillo y no en el Caballo Blanco o en los Sitios; más allá del cristal, en la barranca de todos

 ¿Internet gratis, Kcho, en serio? Qué generoso eres. Pero ya puestos, ¿porqué no estiras la cobertura del oasis, para que tenga wifi gratis todo el desierto cultural, de San Antonio a Maisí, donde nunca llueve la información _apenas entra el rocío de los paquetes semanales_ y cada brote espontáneo de creatividad es pisoteado por la masa con cantera, o transplantado lejos, a una maceta, en el mejor de los casos.  ¿Cómo? ¿Qué te saldría muy caro? ¿Y no será que a tu padrino no le gusta la idea? ¿Qué pasaría si sale mal la flecha? O, como diría Silvio: ¿Internet para todos? ¡Qué horror! Cualquiera podría escribir un libro. Sería el triunfo de la vulgaridad… 

Como si no hubiera triunfado ya, hace más de medio siglo.

Pero la metáfora del oasis también puede interpretarse psicológicamente, como un reflejo subconsciente de la burbuja en la que flota Kcho, aislado de la realidad por el cristal, pero en constante exhibición, como en las vitrinas del barrio rojo de Amsterdam. 



Vidriera del barrio Rojo de Amsterdam.

Nuestro bubble boy entró voluntariamente en el oasis de privilegios de la cúpula del poder cubano, pero ahora no le dejan salir de la burbuja: tiene que fregar los platos sucios para pagar la cuenta. Y son tantos los platos sucios y los platos rotos _pirámides de botes de loza, repletos de broza y morralla de la Bacanal de La Habana, en medio del desierto cultural cubano_, que es preferible seguir posando bajo las luces rojas _como los zapaticos de látex de Rosa, guardados en un cristal_ del oasis comunista de Cuba, para la izquierda arrellanada mundial, que peregrina, al menos una vez en la vida, a la meca revolucionaria de occidente _donde descansan los restos del Ché, y también los de Fidel, aunque todavía sigue vivo_, la isla de las tortugas piratas que mutaron en caimanes barbudos; el cálido, sensual y permisivo Paradiso bajo las estrellas, rojas y amarillas, del Guillermo Hotel, bastión inexpugnable antimperialista, con campo de golf y de tiro con ballesta, donde mana inagotable el néctar de la yuca y la papalla, y corre como el agua el vampisol; donde todo es posible y más barato, irreal y más brilloso.


Remos que no reman, barcos que no zarpan, hundidos en la bahía; falsos oasis y falsas prisiones, para falsos héroes, que además pintan y falsos pintores, que además espían, desde celdas de atrezzo, atrapados en bloqueos mentales, en oasis de inconsciencia ética y etílica, en frágiles e inestables burbujas de euforia artificial y libertades y derechos ficticios, que no paran de hincharse y ascender _como el globo de Matías Perez, justo antes de desaparecer_ por encima del desierto calcinante de la realidad de Cuba.



Kcho en el Vaticano. Meme.


Ver también: http://malditomenendez.blogspot.com.es/2014/04/los-kprichos-de-kcho-el-remo-que-no-cesa.html




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¿En su país hay demasiados parados, familias rotas y jóvenes a punto de estallar? Necesita los servicios de un reparador de sueños profesional, con cinco décadas de experiencia amansando las pasiones de generaciones enteras. La agencia de talentos cubana Flauta para Hamelin le proporciona todo el personal necesario para su campaña, montaje o lavado de cerebro, desde artistas y cantautores de primera línea, hasta payasos, contorsionistas, espías que pintan, pintores que espían, lloronas, público emocionado y espontáneas turbas entrenadas en el arte del acto de repudio o escrache, entre otras coreografías y servicios.

Montamos showses y armamos titingoses donde quiera, y le ponemos el picado malo a cualquiera. También guataqueamos como nadie y proporcionamos consignas pegajosas y nuevos pensamientos de Martí, fotos comprometedoras, enjambres de cibercombatientes y de intelectuales latinoamericanos, que firman cualquier cosa, y bufete de abogados que abogan o agreden lo que sea, con tremenda rufa legal y bofetada.

¡Si nosotros Podemos, ustedes también!

¡Patria o Muerte _con garantía de patria y seguro en caso de muerte_, Venceremos!


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MÊME/Maldito Menêndez/2014

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